martes, 25 de octubre de 2011

capitulo 2



El mercededes de Hector circulaba a gran velocidad, le gustaba conducir. Era una faceta  que creía haber heredado de su padre.
Su canción favorita sonaba en el reproductor. Podía escuchar a mago de oz  una y otra vez sin cansarse. Lo cierto es que ese tipo de música no le pegaba en absoluto. Hector aparentaba ser una persona introvertida y enigmática. Más de música gótica que de heavy metal
Mientras disfrutaba del paseo pensaba en que iba a decirle a Nerea, no sabía por qué le había pedido quedar para explicárselo, si vale, la noche en la que se conocieron actuó como un capullo .¿Pero ahora qué se  suponía  que iba a explicarle?. No podía hacerlo.
No valía la pena que se torturase de aquella manera, no había vuelta atrás. Todavía quedaba una hora, en ese tiempo podría inventarse algo diferente a la verdad.
Podría hablarle de él. No, la idea no le gustaba mucho pero era la única salida eficaz.
Mientras tanto en una pequeña universidad local, todos los alumnos, desde los principiantes hasta los más veteranos estaban apiñados en la puerta. Nerea hablaba con  Daniel, un chico castaño, más o menos de su misma edad .Le estaba pidiendo consejo sobre lo que le había sucedido y como se suponía que debía actuar.
Normalmente solía juntarse con Laura y Jessica, pero para según qué temas era muy difícil hablar con ellas.
Lo que ella no sabía es que hablar con Daniel sobre sentimientos y lo que sentía hacia otro hombre era una crueldad. Daniel llevaba enamorado de ella desde hacía cuatro años.
Ya no le importaba, siendo bastante guapo se había acostumbrado a ser  el pringado de la película. Como ese pobre chico que no es capaz de hacer que su amiga lo vea como algo más.
Ya estaba acostumbrado a vivir en su cárcel de soledad personal. Pero pensándolo detenidamente, prefería tenerla como amiga que no tenerla.
-Tú relájate y disfruta vale. Sal más, te hace falta-Daniel se fue dedicándole una divertida sonrisa amistosa.
El derrape de un coche blanco hizo que medio campus se girase.
Nerea cogió su cartera, que tenía a los pies y se subió al coche. Sentándose en el  asiento del copiloto.
-¿Qué tal el día?- Hector pensó que aquella era una buena pregunta para volver  a romper el hielo, pero por lo visto le iba a costar más de lo que esperaba.
-O vamos, si ni siquiera te importa-Le contesto Nerea mientras Hector arrancaba el coche.
Cinco minutos más tarde el joven aparco el coche frente a una pequeña cafetería. Su  decoración interior era muy acogedora, toda de madera con una chimenea en la esquina. Los asientos estaban revestidos de piel color rojo.
-Yo un café solo por favor- pidió Nerea a la camarera de mechas rosas que le estaba tomando nota.
-Una cerveza- pidio Hectorque ni  tan siquiera se había mirado la carta.
Una vez que Ruth, la camarera se había ido a por las bebidas, la cabeza de Hector empezó a funcionar  a gran velocidad.
No tenía muy claro que decirle, técnicamente no había hecho nada malo. Lo único que, en la noche de la tormenta, cuando entraron en la cabaña paso a ignorarla.
Lo más seguro y recomendable es que hiciese eso, ignorarla.
Sabía que aquella joven de dieciochoaños era una pieza primordial en la batalla que estaban librando él y los suyos. Pero por otro lado pensaba que era una chica demasiado dulce para asumir el destino que le había tocado. Que tarde o temprano tendría que asumir y cumplir.
Pero ahora tenía que dejar de beber cerveza y sonreírle de aquella manera.
-Siento lo de la otra noche. Sé que estuve muy callado dentro de la cabaña y que fue muy incómodo  pero es que tenía la cabeza en otras cosas, acababan de operar a mi hermana y aunque era una tontería, algo sin importancia estaba distraído-Hector, de por si no era una persona mentirosa, pero  cuando tenía que hacerlo era muy hábil inventándose una historia que sonase convincente
La verdad es que no podía creerse lo que acababa de decir.
-Tranquilo lo entiendo, de haberlo sabido yo…..-Nerea era una persona comprensiva y eso hacía que se sintiese aun peor.
Pasaron una buena noche.
Por la mañana parecía que se odiaban, que iban a matarse y ahora unas horas más tarde estaban ahí sentados,en una pequeña cafetería , hablando como dos buenos amigos. De todo aquello que se les ocurría